30/4/14

El sueño.

Me he quedado dormida. Siento en la piel ese inconfundible roce de los sueños, suave, envuelto en una nebulosa confusa; la delgada línea que me separa de la realidad es casi tangible; es casi como estirar la mano y tocar la almohada sobre la cual descanso; es casi como escuchar tu voz que surge de mi propia mente, invitándome a la oscuridad en la que nos sumergimos siempre que compartimos un beso.
Mi sueño es negro, no se ve nada a lo lejos; no veo nada más allá de mi propia persona, mis manos claras, mis pies descalzos. Estoy sentada, tanteo el suelo, tratando de comprobar si es firme. Es frío, más no es hielo; es duro, más no es piedra. Me recuesto lentamente, los pensamientos me invaden, me llevan lejos; al recuerdo de tus labios susurrantes, de tu perfume picante invadiendo cada inspiración, del sonido de tu nombre surgir de mi garganta silenciada por el poder de los sueños de dejarnos mudos.
Una tenue música llega a mis oídos, una melodía conocida, un recuerdo de la infancia; las luces se encienden de repente y soy una bailarina mirándome al espejo, lista para salir al escenario a deslumbrar al público tal como Odette conquista a Sigfrido. Salgo, pero no hay nadie, estoy sola en ese escenario, con la música surgiendo de un lugar desconocido en un crescendo interminable que me incita a bailar... Y bailo, y la música es tan hermosa que las lágrimas caen de mis ojos; lloro, y frenética, comienzo a girar en un eterno fouettè en tournant que no puedo detener hasta que la música lo hace por mí, terminando bruscamente mientras caigo al piso desconsolada y sin saber por qué. En el silencio repentino me quito las zapatillas con cuidado, notando que mis pies sangran, pero no es la primera vez que sucede en la vida de una bailarina y no será la última. Miro hacia arriba entonces con los ojos húmedos aún, y te veo, lejos, incorpórea; me levanto y corro hacia donde te vislumbro pero mis heridas me hacen caer de nuevo; las luces se apagan lentamente y tu visión se hace más clara... Tu pelo es largo y ondulado, tus ojos totalmente expresivos, tu boca una pequeña fruta que invita a ser mordida y probada en toda su extensión. Quiero salir del escenario antes de que la oscuridad sea absoluta, antes de perderte en el mundo de tinieblas más propio de las pesadillas que de los sueños dulces, pero no puedo. Estoy encerrada, muda, las sombras se ciernen sobre mí pesadamente, hasta que lo entiendo... Soy la bailarina encerrada en mi propia caja de música, hermosa, grácil, siempre lista para salir al escenario pero condenada al sufrimiento de que alguien quiera despertarme dándole cuerda a la música.
La tapa se cierra lentamente y tu visión desaparece, borrosa... pero tu mano brillante toma la mía y me arranca de la caja; por un instante veo tu rostro claro en plena oscuridad, bello, con mil versos pronunciados sin haber dicho una palabra; me acerco a tus labios entreabiertos para besarlos... Y caigo, como Alicia, en un agujero infinito llena de angustia por haberte perdido nuevamente, por no haber podido probar la luz de tus besos invadiendo mi oscuridad de ensueño. El golpe seco del final de la caída me deja sin aliento, dolorida, angustiada, sin saber que hacer más que incorporarme y buscarte de nuevo. En esta habitación hay velas que alumbran de manera tenue algunas mesas; al acercarme noto que hay varios libros apilados en ellas, llenos de polvo, carcomidos por el paso del tiempo. Los hojeo, los leo, los devoro; la luz no me alcanza, necesito más, pero no hay más que velas y temo el momento en el que consumidas desaparezcan sumiéndome en la negrura aprisionante nuevamente. Desesperada, miro a mi alrededor, y una luz conocida llama mi atención. Tu luz brillante, suficiente para iluminar mil habitaciones a oscuras, camina hacia mi, envolviendo la perfección de tu persona. Y me sonríes, y te iluminas aún más, me entregas un libro abierto, el cual leo con ansias:

"-Amar es con luz prendida;
querer con luz apagada;
en amar hay más desfile,
y en querer hay más batalla.
(...)
Es haber amanecido
sin habernos explicado
cómo sin haber dormido
pudimos haber soñado."

Cierro el libro, te miro inquieta. Me sonríes y me das la vuelta. Ya no soy la bailarina de la caja de música, ya no soy Alicia, soy yo misma con el libro en mis manos, con los ojos felices, con la boca suplicante; me acerco, y no te escondes, no huyes, me respondes... Y sé por qué te veo con tanta claridad a oscuras, porque me lo has explicado: el querer se ve con la luz apagada, sin más necesidad que la de saberte cerca para iluminarte sola. Y el beso es tan real, tan vívido, que traspasa el estado plácido del sueño y me despierta; para verte frente a mí, con tu cabello recogido, tu frutada boca sonriente, tu perfume invadiendo mi despertar confuso. Estás allí, no eras un sueño; pero igual te noto brillante y etérea. Sin embargo te abrazo, te beso, y eres corpórea, estás conmigo, me despertaste en tu cama; donde, hacía unos minutos... Me había quedado dormida.



0 Comments:

Post a Comment



Template by:
Free Blog Templates