6/4/14

Experimentando.

Martes. Día de la prueba, después de tantos días charlados, tantos planes, tanta expectativa. Ella se fue a McDonalds a esperar a su Amo. La otra, con su respectivo Amo cerca, le mandaba mensajes. Ambas estaban nerviosas. ¿Qué hacer, qué decir, cómo actuar?
Finalmente, LeoPardo llega. Sonriendo, le acaricia el rostro, le da un beso suave. Conversan sobre cualquier tema, sin abordar el tan temido por ella. Enreda su pelo, toma el celular ansiosa, juega con el café sin llegar a terminarlo. Lo mira a los ojos. Es la hora, en marcha.
Caminan silenciosos por la calle, sin tomarse de la mano, cada uno sumido en sus propios pensamientos sobre qué iba a pasar en un momento. Se sientan en la entrada, esperando que bajen a abrirles. Ella sonríe nerviosa, Él la consuela en silencio. Sus ojos parecen decir, "Confiá en mi, tigresita". Respira hondo, mira de reojo al hombre que abre la puerta. Saluda, y con la vista baja sube al ascensor detrás de ellos. El "otro Amo" le parece atractivo. Definitivamente los hombres maduros son su tipo. Le encanta verlos caminar con confianza, sabiéndose deseados por sus pequeñas sumisas. El ascensor se detiene y bajan, dirigiéndose al consultorio previamente preparado. Abren la puerta, y saluda a su amiga, que sonríe nerviosamente al igual que ella hace unos instantes. "Tranquila, tranquila" se dice a sí misma. 
Ponen música. Ella está sentada en un sofá, vestida, descalza. El otro Amo ofrece su sumisa a LeoPardo, que acercándose, la besa. Punzada en el estómago, desvío de mirada. Pero... ¿cómo superar un temor tan grande, sin mirar, sin trabajar sobre el? Se fuerza a mirar. LeoPardo le ha ordenado desvestirse. La otra sumisa queda desnuda frente a los dos Amos, mirando el suelo. Ella la observa. De reojo ve a su Amo buscar algo en su maletín. Vuelve con dos broches para pezones en las manos, broches que no suele usar con ella porque se le hace difícil soportarlos. Son colocados, y LeoPardo juega con la otra, mientras ella mira. Un poco de tironeo de broches, un poco de bondage, un poco de spank; mientras ella sola, aún vestida y descalza, en el sofá. De repente la mira y sonríe. Se acerca con la otra, y le ordena quitarle los broches y mimar esos pezones prensados con la lengua. Ella obedece sonriendo, liberando los pechos delicadamente, besándolos sabiendo que la sensibilidad se ha multiplicado. Lo hace con gusto, pero en el fondo sabe que su chispa no se enciende. Le ordenan desvestirse, y queda con un pequeño camisón de gasa, frente a la otra sumisa desnuda. Se besan despacio, ahora es el turno de la otra besarle los pechos, jugar con los pezones hinchados, morderse un poco. Intenta dejarse ir, pero no puede. La conciencia está presente en todo momento impidiéndole disfrutar. Su Amo se acerca y toma los pechos de las dos con una mano, apretándolos al mismo tiempo. Sonríe, pero el placer no llega tan rápido como siempre.
Son alejadas nuevamente, y el otro Amo finalmente se le acerca. Le acaricia el pelo con cuidado, y ella se relaja. Adora ese mimo tan delicado. Cierra los ojos y empieza a disfrutar. Siente manos extrañas en el cuello alrededor de su collar, en su espalda, en su cintura, en los pezones. La respiración de otro hombre que no es el amado se acerca a su oído. El cosquilleo en el bajo vientre es inconfundible, y separa los labios esperando el beso que no tarda en llegar. Es un beso violento, al que ella está acostumbrada, pero es otra lengua la que irrumpe en su boca. Responde ansiosamente, pero son sólo unos pocos segundos. Nuevamente queda sola. Escucha a su Amo spankear a la otra sumisa, pero ya no siente dolor ni incomodidad. La situación empieza, finalmente, a gustarle. 
Siempre con los ojos cerrados, escucha al otro Amo acercarse otra vez. Un objeto punzante toca su cuello. "¿Sabés que es?" Le preguntan. Ella lo sabe. Es un cuchillo. El knife play es su práctica favorita, pero lleva una carga de confianza en la otra persona que ella no siente en este momento. El cuchillo resbala por su garganta hasta su pecho, el borde toca un pezón. Respira agitadamente, a punto de negarse, cuando el filo es apartado bruscamente. Dos manos fuertes la inclinan y comienzan a spankearla. No son las manos de su Amo. Son manos que golpean con una brutalidad a la que ella no está acostumbrada. Se muerde los labios para no gritar y cierra los ojos con fuerza. Una mano se desvía y se pierde en su interior. "¿Ya estás mojada?" preguntan. "Si, Señor" contesta ella. El otro Amo la tira en el sofá, le saca el camisón, comienza a spankearla nuevamente. Pero los instrumentos son usados con violencia, con furia, y ella no puede soportarlo. Diez minutos, eternos, pasan, hasta que ella grita "¡Basta! ¡No, NO!". Los azotes continúan. "¡NO, NO!" Vuelve a gritar, pero no es escuchada. "¡Basta! ¡Leo, no puedo más!". Escucha la voz de su Amo diciendo "Si ella dice que no, es NO. Basta". Los golpes se detienen. Lágrimas de dolor caen rápidamente de sus ojos. El otro Amo se le acerca pero ella no puede mirarlo, no quiere mirarlo. Está lastimada, sus "no" no fueron respetados por ese Amo, no se adaptó a lo acordado de ser gradual con los golpes. 
Al momento, siente una mano conocida en su cabeza. Las manos amadas por fin la tocan a ella. Es abrazada, y rompe en llanto. "Shhh, shhh, tranquila. Estás conmigo. ¿Querés quedarte solo conmigo?" le pregunta su Amo. Ella asiente con la cabeza, llorando desconsolada, con el ardor de los azotes quemándola y sin proporcionarle ningún placer. Su Amo la besa y la acaricia. Después de unos cuantos minutos, ella se calma. No quiere arruinar toda la noche, empieza a desabrochar el cinturón de su Amo. Cuando siente el conocido sabor en su boca, instantáneamente se siente mejor. Es algo que les causa inmenso placer a los dos. De repente escucha, "usala a esta puta". La otra sumisa es nuevamente llamada a participar, su Amo saca el miembro de su boca para meterlo en otra, pero al mismo tiempo le agarra el pelo fuertemente para que no se aleje. Apenas tiene tiempo de respirar cuando es introducido nuevamente en su boca. Para su sorpresa esto le gusta, lo comparten, sus lenguas se mezclan en el afán de dar placer al Amo. Se dan un beso pequeño y se separan. Cada una es llamada por su respectivo Amo. La otra sumisa es spankeada hasta el llanto, cada vez mas fuerte. Ella se esconde en el hombro de LeoPardo, intentando evitar el sonido de los azotes. No puede. Mira a su Amo, y Él entiende. No puede continuar. Está lastimada y dolorida, y nada de lo que puedan hacerle le dará placer ahora. El otro Amo y la otra sumisa terminan su sesión. Ella evita sus miradas, no se siente fuerte como para enfrentarse a ellas. Se levanta, y se viste. Sentándose, siente el dolor agudo de los golpes en su carne, y suspira resignada. Todo en el consultorio está en su lugar. Los cuatro están listos para irse.
Bajan en el ascensor, caminan unas cuadras, y ella mantiene siempre la mirada baja. Al despedirse, el otro Amo la abraza, pero ella se siente fría con ese hombre que no pudo hacerla sentir cuidada. Se despide de la otra sumisa con un sencillo beso, y se separan. Su Amo sabe que ella lo necesita, y la acompaña a tomar un café. Se sientan en silencio, pero Él la conoce. Sabe que va a explotar, y el enojo no tarda en llegar. "Me pegó. No fue gradual, me lastimó, no respetó mis "no". Estoy enojada". LeoPardo la mira con paciencia. "Lo sé, tigresita. No fue lo acordado. Tu culito tiene un sensor de huellas y esas no pasaron la prueba". Ella suelta una carcajada. Su Amo tiene la cualidad de hacerla reír hasta en los peores momentos, y lo ama por eso. Pero su Amo vuelve a la carga, preguntándole esta vez lo que a Él le interesa. "¿Cómo te sentiste con la otra sumisa? Era eso lo que queríamos averiguar". Ella lo mira y piensa. Ni siquiera está segura de lo que sintió. "No lo sé. No me molestó como pensé que lo haría. No me enojé por eso. Si pudiéramos probar con otra sumisa, que no tenga Amo, que sea sólo para nosotros dos..." 
Su Amo sonríe. ¡El primer paso está dado! Ella está siendo flexible y esforzándose, y eso es bueno. Su parte bisexual ha tomado forma de nuevo, y ella quiere explotarla y aprovecharla. Se imagina mil cosas con una pequeña sumi, las dos a merced de su Amo, tan duro y exigente, pero tan dulce y amado a la vez. La experiencia, aunque frustrada, sirvió para su objetivo. La pequeña tigresita está entusiasmada con tener una nena a quien usar y por quién ser usada. Ansiosa por besarla, por tocarla, por jugar ambas con su Amo, por hacerlo gemir y disfrutar cada momento de placer con ellas. Mil dudas la acosan, sin embargo. ¿Será linda? ¿Le gustarán las mujeres de verdad? ¿Le gustaré yo? ¿Se portará bien?
Esas, entre muchas otras. Pero... como dice su Amo. "Tiempo al tiempo, tigresita. No tenemos la bola de cristal"


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