5/1/10

Ella y El...

Lo miró a los ojos. Esos ojos castaños invitaban a perderse en ellos. ¿Pero como? Si una barrera infranqueable los protegía. Ella bajó la vista y observó sus propias manos, como hacía siempre. No podía entenderlo. ¿En qué momento había empezado a sentir amor por el? Trató de recordar...
A su mente acudieron las imagenes de las primeras charlas con el. No, en ese momento aún no lo amaba. Entonces sucedió en las salidas? No estaba segura. No podía determinar la época exacta, pero, ¿a quién le importaba realmente?. Descartó esos pensamientos y respiró profundo. Respirar cuando estaba con el era como estar en el paraíso, su aroma era como una droga para ella. Si el se encontraba cerca, ella no podía evitar olerlo.Volvió a mirarlo. Allí estaba, acostado junto a ella, luciendo como siempre: tan hermoso, tan seductor, tan... inalcanzable. Ella observó disimuladamente su rostro. Conocía de memoria sus facciones, las había recorrido mentalmente cientos de veces, ya que el no le permitía hacerlo con las manos. Bajó la vista a su cuello pálido, y sintió los irrefrenables deseos de morderlo. No, no debía morderlo, a el no le gustaba. Avergonzada, siguió su recorrido para que el no notara el rubor que había subido a sus mejillas. Sus ojos se encontraron con sus dedos, de uñas perfectas y pulidas. Esos dedos que la hicieron pensar en lo que habían compartido hacía un momento, cuando el le separaba las piernas y la penetraba... Ya basta, debía dejar de pensar en esas cosas, porque no hacían mas que distraerla. Se arriesgó a mirar su rostro de nuevo. El la miraba preocupado.
- ¿Qué pasa? - preguntó.
- Nada - contestó ella, bajando los ojos y reprochándose mentalmente por haber perdido el hilo de la conversación.
Aunque luego recordó porque. Había cosas que el decía, que a ella le dolían. Sus mujeres, sus salidas, siempre la lastimaban. Por eso, ella a veces trataba de no prestarle atención, para no sufrir después pensando en esas palabras. Pero esta vez se distrajo tanto que el se había dado cuenta. Se prometió no volver a hacerlo.
Levantó nuevamente la vista y le sonrió timidamente. A ella no le gustaba mucho sonreír, se sentía incómoda. El recorrió su rostro, encontró sus ojos y se detuvo allí. Ella se ruborizó nuevamente, pero sabía que no era conveniente bajar la mirada. Esos ojos, que a el tanto le gustaban, eran su único encanto. Esos ojos, que eran una bendición y una maldición al mismo tiempo. Bendición por ser bellos, por tener un color extraño... Y maldición por ser demadiado expresivos. Sus ojos transmitían su estado de ánimo como si fueran una puerta que se comunicaba con sus pensamientos y sentimientos. No podía disimular: la furia, los celos, la tristeza eran reflejados de la misma manera que si lo estuviese diciendo en voz alta. En resumen, sus ojos eran únicos, y ella daba gracias por que fuera así.
El acarició suavemente su rostro. Ella cerró los ojos mientras el tocaba suavemente su boca. Luego se inclinó y la besó delicadamente. Ella quiso aferrarse a el para prolongar el beso, pero el se soltó de su abrazo. La miró con aire ausente, tal vez un poco culpable.
- No puedo amarte - le dijo el.
Ella bajó la vista. "Siempre lo mismo" pensó. "No es la primera vez que me pasa". Sintió el dolor que se instalaba en su pecho, ese dolor lacerante y frío que ya conocía muy bien. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y quiso soltarlo y alejarse de el para siempre. Pero luego lo pensó un momento, y sonrió. El la miró extrañado y confundido.
- No quiero lastimarte - le dijo - No puedo enamorarme de ti -.
- No importa - le respondió ella. Y pensó: "Entonces, yo amaré por los dos".
Siguió sonriendo, lo besó dulcemente en los labios y se acomodó en su pecho, preparándose para dormir. Antes de sumirse en un profundo sueño, abrazada al hombre que había decidido amar a pesar de todo, un último pensamiento acudió a su mente.
"La esperanza es lo último que se pierde..."

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